Cuando pensaba como contestar a esta pregunta pensaba en mis compañeras: la Dra. López, una cirujana valiente y capaz afrontar los problemas quirúrgicos más complejos; la Dra. Rubio, quizás la persona más inteligente con la que haya trabajado; o la Dra. Gómez, que suma además un tesón y resilencia increíbles.
Todas ellas formadas en hospitales públicos, bajo el estricto programa de aprendizaje MIR avalado por el Ministerio de Sanidad, cuya nota de corte es de las más altas. La dificultad es comparable a las oposiciones a judicatura, inspección de hacienda, fiscal o notaria, al cuerpo diplomático,…
Todas pertenecen a la SECPRE (Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética, trabajando en algunos de los hospitales más punteros de España: Hospital La Paz y Hospital Puerta del Hierro.
Por si fuera poco, por encima de todo lo anterior, destacan por su calidez humana, su compañerismo y sus deseos de ayuda al prójimo, atributos primordiales para poder proporcionar una atención integral al paciente.
Comencé a interesarme por esta intervención tras comprobar el importante volumen de pacientes con esta patología y la gran satisfacción que provocaba entre las pacientes los resultados.
Pacientes que no desean intervenirse por motivos estéticos, sino por querer que el pecho no sea un hándicap en su vida. Cuantas más pacientes operábamos, más pacientes acudían a consulta, fuimos variando las distintas técnicas descritas adaptándolas para alcanzar los mejores resultados.
Operamos a mujeres jóvenes, que luego nos recomendaban a sus madres, es muy curioso, pero si siempre operamos a la hija y luego a la madre. A mujeres pertenecientes a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, que no podía llevar el chaleco abrochado, a profesoras, monitoras de gimnasio, varias juezas,… todas con el mismo problema que les afectaba de forma diferente en su día a día.